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Orilleros

Los ríos suelen parecer eternos: no lo son. El Paraná –el que atraviesa Brasil, Paraguay y Argentina– es cada vez menos río. Desde hace dos, tres décadas, lo hieren cada día y lo amenazan de muerte. Le clavan puñales: le construyen represas, lo dragan, se llevan sus peces para exportarlos, secan sus humedales para convertirlos en campo, avanzan sobre él y lo hacen ciudad. Las empresas, los gobiernos, las industrias, se lo apropian, lo privatizan, transforman el río en un gran negocio, y lo hacen a costa de él.

por - Toni Arnau

"Y la pesca, lo que había hecho media vida, era tan poca".

El desalojo los fue matando, porque no tenían nada que hacer, no se hallaban.

- Así te cansa, te duele hasta la lengua, te duelen hasta las ideas.

Todos cavando para escurrir el agua, semienterrados, dándole fuego a las víboras, garrote a las alimañas, con sed, con hambre, con el barro en el cuerpo.

Los pioneros se paraban en la puerta de las casillas y esperaban. Alguno se ponía a afilar machetes. Otro andaba con un palo largo.

Cuando vivían en el río, todos sabían que Yacyretá, algún día, los iba a inundar.

Las puertas son cortinas. La luz, focos que cuelgan del techo. El piso, de tierra.

- ¿Qué viniste a buscar acá? ¿La muerte?

- Y no me descaí ni un momento.

Y siguen peleando: por el agua corriente, por el asfalto, por una sala médica, por todo lo que nunca van a tener.

Se dejaron morir, nomás.